Ser de izquierda, socialista,
comunista, marxista, leninista y pare usted de contar, es lo mismo que decir,
humanistas perfectos, ¿Por qué perfectos? se preguntarán; porque perfecto es
aquel ser humano que siempre luchará por los intereses de la humanidad.
Ser todo aquello que dije al
principio equivale a ser los primeros voluntarios que no esperan remuneraciones
más allá de las satisfacciones que dejan las luchas por obtener una nueva
sociedad; equivale a pensar todos los días en el bienestar de los demás, en
erradicar el hambre, el analfabetismo, la ignorancia, la explotación física y
mental de niños, niñas, hombres y mujeres; equivale a generar nuevas formulas
económicas para que todo el mundo trabaje, estudie, coma, ría, se recree, viva
a plenitud, es decir, para que todas y todos seamos felices.
Para ello, generar nuevos sujetos
de transformación y cambios siempre pensando en la felicidad suprema y en eminentes
avances de la humanidad hacia su liberación definitiva, lo que pasa por forjar
lógicas y métodos poderosos que aniquilen las viejas prácticas concebidas desde
las lógicas y métodos del capitalismo. Pensar en salir de esas trampas puestas
por el sistema actual pasa por tener determinación, entendiendo la transición
como un sistema maquinado para avanzar y no para justificar las fallas y los retardos
del proceso.
Ser de izquierda es igual a
humanos reales, siempre indignados por las injusticias pero siempre
constructores de soluciones; siempre orgullosos de ser socialistas pero también
siempre críticos y autocríticos para el avance real, despierto y noble de
nuestra causa; siempre ético, sin manchas, mentiras ni disfraces, sino al
contrario, con moral alta y ejemplar que sea escudo ante los ataques de la
contra; siempre avocados al servicio, sobre todo por los más pobres, los más
explotados, los más vejados; y siempre, siempre militantes, siempre voluntarios,
siempre formados en ideología y práctica.